aprovechar oportunidades

Recuerdo con nostalgia los tiempos en que la maestra dictaba los problemas de matemáticas y nos daba, en forma ordenada, las variables con las que teníamos que trabajar. Tristemente, la vida real no es así. Generalmente enfrentamos datos inconexos a los que les debemos dar forma y un hilo conductor coherente a datos y cifras para transformarlos en información manejable para tomar decisiones. La mayor parte de las veces, para llegar a tener información relevante debemos reconstruir escenarios como quien arma un rompecabezas. La complicación radica en que no tenemos una imagen contra la cual comparar para saber si cierta pieza va en ese lugar o en otro.

Nosotros solos debemos ir conectando puntos para aprovechar oportunidades.

No es fácil, y menos si nosotros mismos cerramos los caminos. Es difícil entender cómo ciertos datos, que en apariencia no tienen nada que ver entre sí, esconden oportunidades que se deben aprovechar. Para conectar puntos debemos tener la mente abierta y ser capaces de mantener una distancia que nos permita evaluar con objetividad. Así, antes de descartar un proyecto, de tirar a la basura un currículum vítae o de dejar pasar una idea, valdría la pena echarles un vistazo con una mirada fresca.

Estamos muy acostumbrados a recibir información de determinada manera, y si nos llega en forma diferente, nos cerramos y dejamos pasar, sin darnos cuenta, muy buenas oportunidades. De hecho, los mejores proyectos, las ideas más prometedoras y los candidatos que pueden desempeñarse en forma superior son los que se presentan en forma novedosa. En el fondo sabemos que eso es así; no obstante, ante lo diferente elevamos un muro. En vez de escuchar, nos encapsulamos en un campo protector. Preferimos lo conocido a lo que trae algo nuevo.

Sabemos bien que lo conocido, lo cotidiano y lo rutinario funciona, y nos aferramos a ello. También entendemos que lo que cambia al mundo no viene envuelto para regalo; es necesario estar atento para lograr identificarlo. A diferencia de lo que sucede con las formas típicas de aproximarse, la originalidad es esquiva. Se mimetiza en la singularidad, por lo que hay que desarrollar sensibilidad para identificarla. Conectar puntos para aprovechar oportunidades requiere de vigilancia y de un buen tramo de reflexión.

El distraído y el prejuicioso tienen un grado de ceguera que no les permite avistar ocasiones propicias, el sordo y el soberbio no saben identificar coyunturas favorecedoras, el necio no puede valorar los acoplamientos de las variables que marcan un buen proyecto. Si algo se presenta ante el escritorio que no cumple con las reglas del statu quo, antes de desecharlo sería bueno echarle un vistazo con una mirada fresca y objetiva. La experiencia que se refleja en la trayectoria de un candidato que no cumple con los parámetros de edad no es descartable. El cambio de visión en el plan estratégico no es despreciable. Entrar a un nuevo campo de negocios no es desatinado, al menos no en primera instancia.

Los grandes proyectos han surgido cuando alguien es capaz de conectar los puntos y descubrir la línea de congruencia que los puede unir. Experiencias que en apariencia no tienen nada que ver, datos que están desorganizados, pueden tener un patrón que lleva a pergeñar un gran descubrimiento. ¿Quién hubiera pensado, hace algunos años, que sería posible estudiar sin ir físicamente a la escuela? Pero hubo alguien que supo conectar la necesidad de capacitación y actualización de un ejecutivo con su escasez de tiempo. Hubo una persona que entendió que los tiempos de desplazamiento se podrían aprovechar. Así surgió la educación a distancia.

¿Cuántos negocios han iniciado con ideas que, en teoría, son irreconciliables? Hay muchas historias de éxito en la contratación de personas que no cubrían, aparentemente, el perfil. Son incontables los proyectos que han despegado con mayor potencia después de haber sido enfocados de forma totalmente distinta.

Sí, pero para ello hubo alguien que supo quitarse los lentes de lo preestablecido y se atrevió a ver las cosas desde otra perspectiva. No es nada descabellado lo que estoy diciendo. La bebida refrescante más exitosa del mundo estaba diseñada para ser un remedio contra los males del estómago. Hay cientos de inventos –que mejoran nuestra vida diaria– que fueron creados con un fin, y sin querer se transformaron en algo de utilidad para cosas totalmente diferentes.

Lo que hoy conocemos como un enjuague bucal se inventó hace 135 años como un antiséptico quirúrgico y como cura para la gonorrea. Los pañuelos desechables, si bien hoy no faltan en ningún lado, en un comienzo eran usados como toallas desmaquillantes. El teléfono es otro ejemplo: Alexander Graham Bell quería inventar un aparato para que los sordos pudieran escuchar, en vez de ser un aparato de enlace y comunicación. Ninguno de estos proyectos hubiera alcanzado el éxito tan contundente si se hubiera quedado como la idea original.

Claro, ninguno de estos cambios llegó ordenado como los problemas que nos dictaba la maestra de matemáticas. Requirieron de esa extraña habilidad para conectar los puntos que dibujan el camino para aprovechar una oportunidad. Es posible que estemos frente a una coyuntura que nos abra esa ventana de oportunidad que hemos esperado.

Fuente: Forbes México